No es la quemazón que me hacían sentir tus ojos cuando los fijabas con la clara intención de perforarme...
No era el olor de tu cabello, mezcla rara entre tabaco y hierbas silvestres...
No era tu voz desafinada cantándome al oído, cual el mas desafinado de todos los arcángeles... No era tu boca, capaz de succionar mis entrañas putrefactas para hacerme renacer cada vez que amanecí entre tus piernas...
Era tu sabio silencio que me hacía buscar las respuestas donde debía de buscarlas: en mi propio remolino... Y ésa mirada de complicidad que ya conozco... Sí... ya lo sé... para qué lo pregunté, si yo lo sabía desde el principio... No eras tú el espejo... Tú eras la que se paraba detrás de él a sostenerlo mientras yo veía girar todo...
No eres tu la que se fué... Fuí yo...
Y por hoy aquí sigo sin estar....
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