Y entonces, aquél regresó del letargo
y se enamoró del silencio imperturbable,
silencio que blandió equidistancias
y sin duda se entregó al inmortal sacrificio
dando todo su desierto a la porfía del mundo
para así poder, cada noche
evocar a aquélla que espera
perfecta y en su perfecta humanidad
aguardando la palabra que saldrá de la sombra
para encontrarse,
tácitos e imprescindibles
esperando a lo que viene.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario